Fotografías que nos hacen pensar

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Hace sólo unos días, la fotografía del cuerpo sin vida del niño de tres años Aylan Kurdi en una playa turca daba la vuelta al mundo y reabría el debate acerca de si este tipo de fotografías deberían o no ver la luz. Su autora, la fotógrafa Nilufer Demir, ha declarado en varias ocasiones que gracias a esa fotografía se ha empezado a tomar conciencia de lo que verdaderamente está ocurriendo en Siria y el drama que están viviendo tantas y tantas familias. Aylan se convertía así en el pequeño héroe que ha sido capaz de abrir los ojos de quienes desde su área de confort observan la vida pasar. Anestesiados.

¿Fotografías que cambian el mundo?

Pero la historia del pequeño Aylan no ha sido la única que ha despertado conciencias. Es imposible no recordar aquella imagen publicada en 1972 de la cara más cruel de la guerra de Vietnam gracias al fotógrafo de Associated Press Huynh Cong Út: la niña Kim Phuc salía de su casa consumida por las llamas en busca de ayuda, desnuda y con la cara absolutamente desencajada del horror.

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En 1993, el reportero gráfico sudafricano Kevin Carter nos mostraba una realidad dura con aquella imagen de una niña somalí moribunda junto a un buitre. Aquella fotografía dio la vuelta al mundo y, pese a que son muchas las acciones que se llevan a cabo frente al hambre, esa epidemia sigue asolando muchos países en todo el mundo. La historia del autor de esta fotografía tampoco ha sido mucho mejor: sólo 16 meses después de aquella foto Kevin se suicidó. Tenía sólo 33 años.

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El fotógrafo francés Frank Fournier fue el autor en 1985 de la imagen de la niña colombiana Omayra Sánchez de 13 años que se enfrentaba a la muerte tras quedar atrapada entre el barro y los escombros que dejó a su paso la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Nadie pudo rescatarla. «Al tomar su fotografía me sentí totalmente incapaz, sin poder alguno de ayudarla. Ella enfrentaba la muerte con coraje y dignidad, sentía que su vida se le iba», declaraba el fotógrafo.

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Como ellos, otros muchos fotógrafos han puesto cara a la tragedia. Para muchos, la fotografía puede ayudar a grupos como las ONGS a que veamos la realidad desde otro punto de vista: el de quienes no tienen la suerte de contar con los recursos del primer mundo o el de quienes atraviesan una tragedia de la magnitud de una guerra, un atentado o una catástrofe natural. El receptor de las imágenes abandona el papel de confort en el que se encuentra y se puede llegar a poner en la piel de quienes sufren.

La mayoría de las veces los protagonistas de las imágenes más duras son aquellos más indefensos e inocentes: los niños. Esto hace que otros no puedan evitar plantearse si deben ser publicadas o no este tipo de imágenes tanto por la familia del fotografiado, de la que tantas veces nos olvidamos, como del sujeto en cuestión.

 ¿Qué opináis vosotros? ¿Realmente es necesario publicar este tipo de fotografías o no lo es? 

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