Francesca Woodman, la pionera del selfie

francesa woodman

Camino de los 23 años, Francesca Woodman, víctima de una depresión, decidió que ya no tenía más motivos para seguir viviendo y se suicidó lanzándose al vacío desde el tejado de un edificio de Nueva York. Era la segunda vez que intentaba quitarse la vida. Como legado, aquella joven fotógrafa que se empezaba a hacer un nombre en los círculos fotográficos neoyorkinos, la pionera del selfie, dejó para la posteridad un extenso catálogo de imágenes poéticas, a medio camino entre la fotografía y la performance, que con el tiempo la han convertido en una fotógrafa de culto, objeto de fascinación y estudio a partes iguales por poseer un talento tan arrollador a una edad tan temprana.

¿Acabó con su vida ese mismo talento, la belleza de su arte? Así lo percibe su padre, el también artista George Woodman, en el metraje del documental ‘Los Woodmans’. Sea como fuere, cual estrella maldita del rock, el reloj de Francesca se paró demasiado pronto, dejando al mundo huérfano de un talento como el suyo, tan rara avis que consiguió el reconocimiento a su trabajo a una edad en la que la mayoría de fotógrafos aún andan a la búsqueda de su estilo, de plasmar sobre sus fotografías su personalidad. Francesca ya lo tenía. Y aunque sus fotografías bebían de múltiples influencias, ella consiguió escapar a toda etiqueta, elaborar su propio camino.

Con la cámara que le regaló su padre a los 13 años camino del internado, una Yashica, Francesca Woodman se convirtió en una época en la que lo digital y los smartphones aún eran ciencia ficción, en la precursora del selfie, de un autorretrato que, lejos del exhibicionismo que impera actualmente en redes sociales como Instagram y del palo de selfie, tenía un motivo, unas influencias y un significado más profundo que a día de hoy sigue siendo un absoluto misterio y concita enconados debates entre expertos y seguidores de su fotografía.

No en vano ella es la protagonista en la inmensa mayoría de sus imágenes. “Es cuestión de conveniencia. Yo siempre estoy disponible”, ironizaba para justificar su protagonismo en unas instantáneas en las que tan pronto aparece desnuda como disfrazada, surrealistamente semi-oculta entre el paisaje de habitaciones desnudas y abandonadas, casi fantasmagóricas, en las que ponía en práctica su arte en el encuadre. Junto a ella, de vez en cuando, aparecían en las fotografías objetos que competían con Francesca en un interesante y planificado duelo por atraer la mirada del espectador

Ahora parte del legado fotográfico (más de 800 fotografías impresas) de Francesca Woodman (Denver, 1958), 120 fotografías y seis vídeos, se exhibe en el Foam Museum de Amsterdam en una exposición titulada ‘Francesa Woodman, On Being an Angel’. Una oportunidad única para conocer de cerca en Europa a una artista que, pese a su temprana y desgraciada muerte, preconcibió el selfie y lo dotó de una singularidad y un estilo propio e inimitable. No sabemos qué pensaría hoy Francesca Woodman de los selfies que pueblan las redes sociales. Sabemos, eso sí, que hasta ahora nadie los ha vuelto a dotar de tanto valor y tanto significado como lo hizo ella.