
A lo largo de los años, el fotoperiodismo se ha visto señalado y acusado por sus posados o incluso montajes. Algunos de ellos fueron pulcramente desvelados por los propios autores de las fotografías; otros requirieron del minucioso análisis de cada detalle para desvelarlos. En algunos casos, no tuvo más trascendencia, ya que el hecho de que sus personajes posaran para la captura o que se hubieran realizado retoques en postproducción – actualmente de forma mucho más sencilla gracias a la tecnología – no le restaba valor periodístico a la fotografía. En otros casos estuvieron a punto de suponer el fin para el fotoperiodista al perderse su credibilidad.
Esta semana dedicamos nuestra publicación a algunos de los fotoperiodistas que quedaron suspendidos en el límite entre el posado y el montaje, que jugaron con la realidad y la ficción para conseguir algunas de las fotografías más representativas e importantes de nuestra historia reciente.
Agustí Centelles

El fotógrafo valenciano-catalán, considerado uno de los iniciadores del fotoperiodismo en España, se hizo conocido por publicar una de las imágenes más conocidas de la Guerra Civil española desde las barricadas barcelonesas. Esta retrata a guardias de asalto apostados en la calle Diputación del Ensanche, cargada de un dramatismo y de una virulencia que le otorgan un realismo inmejorable, a pesar de que sus protagonistas estaban posando. Además, la fotografía original mostraba a un espontáneo que, ávido de protagonismo, se coló en el encuadre pistola en mano. Centelles optó por recortar al indeseable para la armonía de la imagen antes de enviarla a la revista Newsweek para su publicación. El fotógrafo nunca escondió la utilización del posado como herramienta principal en sus capturas de guerra. Es más, el autor le da al público lo que quiere ver, su cliché sobre la guerra civil. Y, sí, cae un poco el mito y le resta valentía al intrépido fotoperiodista, ya que la imagen se montó pasados unos minutos del hecho original, pero, aun así, la fotografía continúa, pasados los años, manteniendo su fuerza y nadie puede decir que Centelles no estuviera inmerso en la batalla.
Robert Capa

Qué decir de la tan ya estudiada fotografía de Robert Capa del miliciano que cae muerto en el cerro Muriano durante la Guerra Civil española. Durante años se pensó que la imagen, en su perfección absoluta al captar el momento exacto en el que una persona está siendo alcanzada por una bala y el dramatismo que ello le otorga, era un montaje. ¿Fue un posado? ¿Robert Capa estuvo realmente en esa zona de la contienda? ¿La imagen la captó realmente su amante, la también fotógrafa Gerda Taro? Dudas variadas que han atentado contra la carrera de Capa y que no se han llegado a resolver ni al encontrar a la familia del supuesto protagonista de la instantánea ni a través de la entrevista con el biógrafo de Capa – que desmiente el engaño.
Joe Rosenthal

De una guerra que dejó a un “miliciano muerto” muy bien posado a otra que encumbró a un grupo de marines norteamericanos que solo izaron una bandera en un volcán de Iwo Jima. Joe Rosenthal consiguió una de las fotografías más recordadas y más encumbradas por el patriotismo chovinista de Estados Unidos. En este caso el montaje no existió por parte del fotógrafo – él presenció la escena y la retrató -, sino de la misma tropa, que decidió repetir la hazaña de izar una segunda bandera mucho más grande después de que el Secretario General de la Armada, James Forrestal, decidiera llevarse la primera. El montaje reside principalmente en cuanto a la naturalidad y espontaneidad que transmite la fotografía – ahora falsas, pero cargadas de un realismo ficticio.
Robert Doisneau

Y aunque el hecho en sí no resta belleza a la imagen ni le quita su lugar en la historia de la fotografía, saber que la imagen del beso en el Hôtel de Ville de Robert Doisneau responde a un posado de dos actores contratados te deja un poco frío. El beso más famoso de Francia se pagó en 1950 y ha sido imitado por muchos espontáneos y por muchas películas, justo por lo que transmite la fotografía: un instante bello y emocional de una pareja anónima y un fotógrafo que está justo ahí para captarlo sin pensárselo ni una milésima de segundo, como sucedía con Capa. Aunque los actores no sintieran esa química amorosa, millones de espectadores en todo el mundo sí. Y no está mal obviar un “detallito sin importancia” como ese por un sentimiento tan profundo como el que se interpreta en la foto.