
Durante siglos el ser humano se obcecó con la idea de conseguir plasmar un instante de la realidad en un papel, en un pergamino, en un lienzo, en una pared. Ese acto tan sencillo e infantil como es el de fijar la mirada en un paisaje, cerrar los ojos de golpe y grabar en la mente la última imagen captada con la mirada ha devanado la cabeza de los grandes artistas de la historia. ¿Cómo conseguir eso de forma permanente en un soporte que pudiera durar una eternidad?

Con la pintura se ha intentado y se han conseguido maravillosas muestras de ese esfuerzo que tuvieron su máximo exponente en el realismo francés del siglo XIX, de la mano de Gustave Courbet. Pero la obsesión de estos (con mucho cariño) “creadores desquiciados por el miedo a no alcanzar sus aspiraciones” realistas les llevó a desarrollar tecnologías que se acercaban a su utópico (por aquel entonces) sueño. Desde Cesare Cesariano con sus publicaciones sobre cámara oscura en 1521 o Della Porta, que mejora el aparato en 1558 con una lente en su apertura, pasando por los tratados sobre la interacción de las sales de plata con la luz para reproducir imágenes de Scheele en 1777.

Pero no fue hasta el desarrollo del daguerrotipo de Niepce y Daguerre, entre los años 1924 y 1939, que no se puede hablar de fotografía como tal. Años de experimentación que dieron finalmente sus frutos. Desde entonces la evolución de esta “nueva” arte ha sido imparable: el calotipo, los negativos de colodión húmedo, las placas secas al gelatino-bromuro, la instantánea fotográfica de Kodak, el Autochrome de los Lumière, la litografía para la impresión de imágenes hasta la llegada de la fotografía digital.
La fotografía permite captar un instante de la realidad, en toda su verdad (dejando a un lado los montajes y Photoshop), con todos sus matices recogidos por una lente y con solo hacer un click (y, con más conocimientos, algún que otro zoom y obertura del diafragma). Pero también ha aportado a otros campos profesionales y artísticos muchos beneficios. ¿Qué hubiera sido del periodismo sin la existencia de reporteros gráficos que demostraran visualmente aquello que se explicaba con palabras y que podría estar manipulado? ¿O de las tendencias pictóricas modernistas de los últimos cuarenta años? ¿Existiría el cine o la televisión sin los avances en fotografía? Lógicamente no.
Pero no solo ha enriquecido estos campos, sino que también lo ha hecho con la sociedad en su conjunto. La estudiosa mexicana Wendolyne Casas habla de los beneficios físicos y mentales de la fotografía como pueden ser la potenciación de la actividad física al incitarnos a salir al exterior para practicar esta disciplina, la actitud positiva devenida por la contemplación de la naturaleza, la diversión, la socialización o la liberación. Toda una oda a la fotografía que realizamos desde este blog, muy merecida, eso sí, que intenta visualizar y acercar al público las bondades de este arte que, esperemos, no muera nunca.