
Las redes sociales también tienen una cara B. Lo hemos visto recientemente de la mano del fotógrafo y pintor estadounidense Richard Prince quien se dedicó a capturar imágenes de fotografías de perfiles de Instagram de otras personas para después venderlas en la feria de arte Frieze en Nueva York por más de 90 mil dólares o, lo que es lo mismo, más de 80 mil euros cada una.
Bajo el título de “New Portraits” (Nuevos Retratos), este artista americano ha revolucionado la red con un sinfín de comentarios negativos por «refotografiar» las imágenes de otras personas, haciendo negocio con ello y sin que los terceros recibieran ningún tipo de bonificación o pago por ello. Se abre de nuevo el debate de los derechos de autor de las imágenes que subimos a redes sociales como Instagram, Pinterest, Facebook o Twitter. ¿Somos conscientes de lo que compartimos y con quién lo compartimos?
Pese a que la exposición de Richard Prince está construida íntegramente con fotografías de usuarios de Instagram, no parece que haya intenciones de proceder legalmente en su contra. Al fin y al cabo, y aunque parezca más un trabalenguas que otra cosa, el fotógrafo ha fotografiado una fotografía. Y si, además, esa fotografía se encontraba en una red social, poco podemos hacer al respecto.
No es la primera vez que Richard Prince se ve envuelto en un asunto polémico. En 2008, The Washington Post señalaba que el fotógrafo francés Patrick Cariou demandaba a Prince después de que este último re-fotografiara sus imágenes de una comunidad Rastafari de Jamaica. Pese a que el fotógrafo denunciante ganó, en una apelación, la corte finalmente decretó que Prince no había cometido una violación a los derechos de autor puesto que su obra era considerada como ‘transformativa’.” ¿Hasta dónde llega aquí la moralidad?
¿Qué pensáis vosotros?, ¿es lícito o moral ganar dinero de esta forma?