El 27 de mayo de 2013 fallecía en Milán, apunto de cumplir los 90 años, uno de los fotógrafos y fotoperiodistas italianos más emblemáticos de la historia, Mario de Biasi. Ante su cámara posaron personajes de la talla de las actrices Sophia Loren, Marlen Dietrich o Briggite Bardot, musas del cine de los años ’50. Hoy, sin embargo, os queremos hablar de uno de sus proyectos fotográficos más bonitos, «Un mondo di baci» (Un mundo de besos), que recoge decenas de fotos hechas a lo largo de su carrera con un motivo común: los besos.
Los besos como inspiración
En 1953, con 30 años, Mario de Biasi comenzó en la emblemática revista Época su carrera como fotoperiodista. Y desde las páginas del semanario italiano viajó cubriendo con su cámara acontecimientos históricos en muy diversos países, entre ellos la Revolución de Hungría de 1956. Luego vendrían las sesiones con las grandes estrellas del star-system; exposiciones de su trabajo en Milán, París o Nueva York; la publicación de hasta 90 libros; la recepción de un sinfín de premios a su labor; y una infinidad de trabajos más que le encumbraron como uno de los mejores y más reputados fotógrafos italianos de la historia.
Entre todo ello, sin embargo, se coló una obsesión que acabó dando lugar a un proyecto que en 2012 se convertía en exposición itinerante: la muestra recogía 36 fotos vintage en blanco y negro y otras 12 en color. El motivo común de las mismas: los besos. Era «Un mundo di baci», el mundo de los besos de De Biasi.
Besos alrededor del mundo
Para el fotoperiodista italiano la acción de dar un beso estaba cargada en sí misma de un simbolismo magnético al que le resultaba imposible escapar. Así, entre sus primeras fotografías de esta obsesión se encuentra una icónica, tomada en Budapest durante la Revolución de 1956, en la que se ve a dos refugiados besándose con pasión tras lograr cruzar la frontera. Desde ese punto de la Europa del Este su cámara ha captado besos en ciudades tan distantes y diferentes como París, Londres, Florencia, Viena, Milán, Nueva York o Río de Janeiro, por mencionar solo unas cuantas.
Y en todas esas localizaciones De Biasi ha congelado en el tiempo besos tan únicos como diferentes: entre padres e hijos o entre parejas; apasionados o besos cariñosos dados en la frente; besos totalmente espontáneos, en los que los protagonistas son ajenos a la presencia de una cámara, y otros en los que se aprecia que las personas saben que los están fotografiando; bucólicos, en una playa aparentemente desierta, o rápidos, con las prisas de quien se despide corriendo porque tiene que irse a trabajar…
Besos, besos y más besos para plasmar sobre el papel fotográfico un gesto cargado de amor y de cariño que en su universalidad no entiende de fronteras, una acción que tiene la misma carga simbólica aquí que en Canadá o en Australia y que Mario de Biasi supo captar como nadie en su maravilloso mundo de besos.